La chica corre aprisa, muy rápido. Cansada no se detiene ni por un segundo. Entre la neblina trata de no tropezar con nada. Hay autos y un montón de cosas que no se pueden ver entre la densa oscuridad. Llora desesperadamente por terminar de subir la cuesta. El frío la arropa, mientras la lluvia moja su rostro ensangrentado. Agotada cae en ese rústico asfalto. El sollozo de la chica se esfuma con la neblina. Ella mira a su alrededor y se da cuenta que no es la primera en subir la cuesta. El cuerpo de un bebé con el cráneo completamente abierto, cuerpos de ancianos y niños desmembrados, autos destrozados, también invaden el lugar.
Jimena sucumbe en aquel precipicio de desesperación. Se acuesta en la carretera mirando la luna. Se pregunta cuándo fue la última vez que la observó tan detenidamente. Fue en aquella ocasión –recuerda la chica— cuando entregó todo por sentirse amada. Siente
las gotas de agua en su rostro; se da cuenta que la esperanza es lo último que se pierde cuando no tenéis nada. Los gruñidos se acercan con alevosía. Con malicia y soberbia, suspira de tristeza, pues ha perdido. Voltea su cabeza en dirección a aquellos ruidosos sonidos, y los ve… Delgados, con las venas brotadas en todo sus cuerpos, unos ojos negros, vacíos de vida. Son salvajes… Cierra sus ojos, queriendo despertar de aquella pesadilla.
Sinopsis de Después de aquella noche
La chica corre aprisa, muy rápido. Cansada no se detiene ni por un segundo. Entre la neblina trata de no tropezar con nada. Hay autos y un montón de cosas que no se pueden ver entre la densa oscuridad. Llora desesperadamente por terminar de subir la cuesta. El frío la arropa, mientras la lluvia moja su rostro ensangrentado. Agotada cae en ese rústico asfalto. El sollozo de la chica se esfuma con la neblina. Ella mira a su alrededor y se da cuenta que no es la primera en subir la cuesta. El cuerpo de un bebé con el cráneo completamente abierto, cuerpos de ancianos y niños desmembrados, autos destrozados, también invaden el lugar.
Jimena sucumbe en aquel precipicio de desesperación. Se acuesta en la carretera mirando la luna. Se pregunta cuándo fue la última vez que la observó tan detenidamente. Fue en aquella ocasión –recuerda la chica— cuando entregó todo por sentirse amada. Siente
las gotas de agua en su rostro; se da cuenta que la esperanza es lo último que se pierde cuando no tenéis nada. Los gruñidos se acercan con alevosía. Con malicia y soberbia, suspira de tristeza, pues ha perdido. Voltea su cabeza en dirección a aquellos ruidosos sonidos, y los ve… Delgados, con las venas brotadas en todo sus cuerpos, unos ojos negros, vacíos de vida. Son salvajes… Cierra sus ojos, queriendo despertar de aquella pesadilla.
Yogo
Yogo es un escritor y poeta, amante del futbol, de los animales y de la buena carne. Nacido en el municipio de San Francisco, al sur de la ciudad de Maracaibo del estado Zulia, Venezuela. Desde muy niño ha estado inmerso en el mundo de la literatura, escribiendo pequeños versos y poemas, hasta llegar a escribir su primera novela. Influenciado por grandes escritores y poetas del “Boom Latinoamericano” el autor ha logrado juntar el realismo mágico, el terror sin dejar a un lado el romanticismo para poder expresarse sobre lo que le rodea y afecta, con ojo crítico y siendo objetivo, el autor ha jurado no dejar a un lado su esencia de ser venezolano y de escribir historias teniendo como principal protagonista su amada tierra.